Día 0: Día de viaje
El día de viaje siempre es día de nervios. Pero nervios buenos. Al final hemos estado tiempo trabajando en esto y es muy normal que entren nervios.
El día ya ha empezado un poco complicado desde el primer momento en el mostrador de facturación. Hemos ido Jaume y yo (Sergio) a facturar la maleta. Ahí la maleta pesaba 26 kg, cuando el máximo era 25. La mujer la marcó como «Heavy» y no dijo nada más. No nos pidió dinero, así que asumimos que, aunque fuera «Heavy», entraba dentro de la tolerancia. Acto seguido, la mujer del mostrador nos preguntó:
—¿Cuál es tu equipaje de mano?
Jaume y yo nos miramos y respondimos prácticamente al unísono:
—Esta. —Señalamos la mochila de Jaume.
La mujer, con un tono poco simpático, dijo:
—Pues tiene que caber ahí. —Señaló un soporte metálico donde tenía que caber la mochila.
Jaume, de manera casi instintiva, cual ninja, metió la mano en la mochila, sacó el hierro que era parte de su estructura y me lo pasó por debajo del mostrador. Yo sujeté la estructura metálica, escondiéndola del campo visual de la mujer. Jaume logró hacer caber la mochila en el cuadrado metálico. Tuvo que forzarla, pero lo consiguió. La mujer asintió, me miró y preguntó:
—¿Tú no llevas nada más?
Negué con la cabeza.
—Vale, pues a las 14:30 tenéis que estar en la puerta de embarque.
Jaume y yo asentimos y nos fuimos. Genial, primer jefe del día superado.
Luego nos hemos acercado al control de seguridad. Ahí, de dos maletas de mano, hemos procedido a sacar 12 ordenadores, cada uno en su respectiva bandeja. Los ordenadores iban envueltos en papel burbuja para minimizar los daños que pudieran causar los golpes durante el viaje. El guardia que estaba en el control, perplejo ante 10 bandejas con ordenadores envueltos en papel burbuja —parecían más bien fardos de droga que ordenadores—, llamó a su superior para que echara un vistazo. Me preguntó:
—¿Qué es todo esto?
—Son ordenadores para una donación.
—¿Tienen alguna documentación?
Asentí con la cabeza y le pedí a Roger la carta de donación que había escrito Lorenzo (Hahatay) por si pasaba algo así. El guardia leyó la carta, le cuadró y accedió a dejarnos pasar. Segundo jefe superado.
En la puerta de embarque conseguimos pasar también todas las maletas. Solo tenemos contratado mochila debajo del asiento, y las mochilas que llevábamos superaban todas el tamaño (sí, el presupuesto no daba para mucho más). Tercer jefe superado.
Escribo estas líneas a 10 km de altura, sobrevolando algún punto del Sáhara. Ahora, cuando lleguemos al aeropuerto, nos queda el jefe final: la aduana. Más tarde actualizaré con el resultado.
Al llegar al aeropuerto, pasamos por inmigración sin ningún problema, cambiamos unos cuantos euros a CFAS y luego nos dispusimos a pasar por la aduana. Ahí Roger pasó primero sin problema, luego a Jaume le hicieron abrir la maleta grande. Mientras le revisaban la maleta, Joan y Aitor salieron con la otra maleta pequeña. Yo me quedé con Jaume y con la policía. El policía estuvo revisando un rato; le dimos la carta de donación. La carta, según él, no tenía el sello de la aduana y nos recomendó tenerlo en cuenta para la próxima vez. Nos dejó pasar sin más problemas. Jefe final superado.
Al rato nos recogió Bachir, el taxista, y nos llevó hasta Gandiol. Allí Pablo y Rober nos estaban esperando. Nos dimos un fuerte abrazo tras casi un año sin vernos. Nos instalamos en las habitaciones y nos fuimos a dormir, ya que estábamos agotados.